Lo que podría haber sido simbiosis perfecta de la economía cubana, acabó dejando al descubierto la desconexión que padecen hoy otros encadenamientos, concebidos incluso, por planes y estrategias y traicionados por la práctica y sus “circunstancias”.
Cuando se decidió construir la primera bioeléctrica del país y convertir al coloso de su lado en el central más moderno de Cuba, la reciprocidad fue ley en la ejecución de la obra, pero no en su concepción, como parece.
La idea fue muy viable: el central le daría todo el bagazo y el agua a la bioeléctrica, y ella le devolvería esa materia prima, convertida en energía. De ese modo la industria azucarera molería sin consumir kilowatts del Sistema Electroenergético Nacional (SEN), y en el “tiempo muerto” la Bioeléctrica continuaría ahorrándole petróleo al país, pues consumiría los marabusales de toda la zona y la biomasa acabaría, también, convertida en corriente.
Hasta ahí la historia de la sincronización…en teoría.
La inversión que comenzó en el 2017 y supera los 186 millones de dólares todavía no demuestra un final feliz; muy a pesar de que medios de prensa anunciaran con bombos y platillos el éxito de la primera sincronización en marzo de 2020. Desde entonces la trama del encadenamiento ha estado tensada por eslabones sueltos que argollan el propósito final de ahorrarle al país, cada año, 100 000 toneladas de petróleo.
¿Qué ha pasado? Que si el bagazo que llega del central no puede asimilarlo la bioeléctrica porque no cumple con parámetros y debía ser otra entonces la variedad de la caña. Que si el agua tiene alto contenido de sílice y con esa calidad puede terminar devuelta en vapor y energía. Que si no hay energía no puede moler el central, atado al funcionamiento de la bioeléctrica. Que si no hay cosechadoras de marabú o están rotas 8 de las 12, tampoco es que pueda triturarse mucho y permitirse la arrancada…
Ha sido una serpiente que se muerde la cola. Y aunque los reajustes de la mega-inversión se espera que lleguen a final feliz este 20 de diciembre, ya habrán transcurrido dos años de la fecha prevista para acoplarse al SEN. En ese tiempo se consumieron 200 000 toneladas de petróleo que hubiesen podido ahorrarse y salió a flote la incompatibilidad y la desconexión, a pesar de haber sido esta una inversión chequeada por todos, a todos los niveles.
¿Moraleja?
Si eso sucedió con una obra de tal envergadura y concebida para retroalimentarse, ¿cuánto más no podría estar sucediendo o dejando de suceder en empresas, emprendimientos, cooperativas… que ni siquiera surgieron para encadenarse per se?
¿Cuántas otras cadenas de valor permanecerán hoy “devaluadas” por la incompetencia, la burocracia, el temor al riesgo o peor; por no haber identificado la oportunidad?
Al parecer no todos han llegado al andén para subirse al tren de las oportunidades. Y lo que es una oportunidad para unos, suele serla para otros, solo que cuando la locomotora arranca, el que no se monte… se quedó.
Sin lugar a dudas, Erquis Bernal Torrente no quiere ni quedarse ni ser tampoco el último en montarse. Él es de los que han captado las señales del mercado, mientras otros todavía no dan ni señas. La muestra de ambos extremos llega desde su Proyecto de Desarrollo Local Inoxidables Exitros, una paradoja avileña que, lamentablemente, no es la excepción de la regla.
En fecha tan reciente como este 5 de diciembre se destacaba que fue uno de los cuatro Proyectos de Desarrollo Local (PDL) más visitados en el Foro Empresarial Cuba 2021.
Dos días después venía el contrasentido desde el grupo de Facebook, Desarrollo Local en Cuba donde se anunciaba que cuatro meses después de su aprobación “espera por la gestión morosa para la licitación de un espacio, créditos bancarios y la más básica comprensión de que lo que hacen es, plenamente legal”.
La publicación activaba las alarmas del TCP, que minutos después lo contactaba, vía telefónica. Sin tapujos Erquis Bernal Torrente, el titular del PDL Inoxidables Exitros, admitíaqueno entiende las reticencias de una empresa estatal para el encadenamiento con una forma de gestión no estatal. ¿Y quién sí?
Los argumentos expuestos abonaban la incredulidad.
“Estamos insertados dentro de la Empresa de Construcción y Montaje (ECME) en Ciego de Ávila y todavía no hacen efectivas las cuentas, no formalizan el contrato. Llevan cuatro meses en eso, y se trata de una entidad que tiene pérdidas, que tiene deudas, que está desmantelada prácticamente. Ni diciéndoles que vamos a rescatar toda esa maquinaria, que será en beneficio de ambos, que podrían alquilárnosla, ellos se muestran interesados”.
Erquis Bernal, titular de Inoxidables Exitros
Si bien confiesa que prestan servicios en otros lugares y que los montajes con acero inoxidable con su brigada especializada les va dejando buenas recomendaciones en el Cárnico de Sancti Spíritus, por ejemplo, también cree que la provincia avileña pudiera aprovechar mejor su empleo.
“Nosotros hicimos un montaje grande en el cárnico de Sancti Spíritus y ahora estamos preparando un horno de cocción, que será un gran tacho de vapor para que allí elaboren chorizos, jamones…y en Ciego de Ávila fuimos los que montamos toda Media Luna, desde cero, todo acero inoxidable, aprovechamos materias primas del cliente y trabajamos con seriedad”.
Sin embargo, Erquis reconoce que todavía no los contratan lo suficiente. “No es de ahora porque antes éramos Trabajador por Cuenta Propia (TCP) y tampoco”, confiesa. No obstante, se alegra de que el Hotel Rueda avileño se haya mostrado interesado, Educación también quiera hacer algo con ellos (desde ya advierten que todo lo que hagan en los Círculos Infantiles será donado) y Planta Mecánica, en Camagüey, también quiera encadenarse.
¿Más de lo mismo? ¿Hasta cuándo?
Hace un año la experta Betsy Anaya, directora del Centro de Estudios de la Economía Cubana, de la Universidad de La Habana, aludía a una “perogrullada” que ella misma debe haber esbozado en otros escenarios, otras tantas veces.
Decía que “en Cuba existen cadenas productivas, solo que salvo pocas excepciones, estas estructuras están desarticuladas, lo que redunda en dificultades diversas que se expresan en la incapacidad del sistema agroindustrial para satisfacer las diferentes demandas y, por lo tanto, para cumplir los aludidos propósitos”.
Luego especificaba que “más que cadenas productivas, deben articularse cadenas de valor que partan de la demanda de los espacios de mercado a los que estas estructuras se orienten, o sea, que tomen como punto de partida las preferencias del consumidor final”.
Y ese es, todavía, un trecho más largo para varios encadenados que se miran entre sí (por suerte), pero todavía no miran al cliente. Es un sayo que no solo le sirve al sector agrícola, donde uno puede encontrarse, por ejemplo, que en un municipio como Bolivia en Ciego de Ávila, eminentemente agrícola, no se estudie Agronomía por falta de demanda. No extrañará luego el “exceso” de licenciados en otras ramas y la falta de manos en el surco.
Está el caso-escándalo de la fábrica de nasobucos en Matanzas con 250 000 mascarillas guardadas y la pandemia allí en mortífero apogeo. De nada valió la cooperación, la inversión extranjera, la generación de empleos y posibles “encadenamiento” para quienes cubrieron boca y nariz con nasobucos caseros que no siempre respondían las exigencias de las instituciones sanitarias.
Por suerte, la emblemática CiegoPlast, cuyos tubos plásticos se usan en redes hidráulicas de todo el país, se apartó de esa tendencia y los residuos de polietileno que iban a Materias Primas terminaron en un emprendimiento de Yaguajay, donde confeccionan accesorios plásticos. ¿Quién se habrá acercado a quién? Esa es ya una pregunta irrelevante para el beneficio mutuo que casi cumple dos años.
Lo mismo sucede con otro “pez gordo” de la economía avileña. La Empresa de Cepillo y Artículos Plásticos (CEPIL) moldeó su destino y sin dejar de producir las típicas escobas adquirió moldes para fabricar tanquetas plásticas que hoy llegan a la fábrica de pintura del Mariel.La necesidad de la empresa extranjera puso en el carril una oportunidad y “no dejaron pasar el tren”.
Está, abanderada como siempre, la famosa Media Luna, articulándose al desarrollo de otro municipio avileño. Ella puso la máquina beneficiadora de carbón, invirtió en la reparación de almacenes e insumos, y dio paso a un PDL en Bolivia, donde más de 40 carboneros encontraron empleo y ya el mes pasado exportaron carbón. Las ganancias quedaron al 50 %. Los dos están ganando. La mipyme y el municipio que le abrió sus puertas.
De muchas maneras los nuevos actores económicos se hacen fuertes entre sí o fortalecen a una empresa estatal, o viceversa. Encadenarse, crear valores, cooperar… va dejando de ser una excepción, por más que existan ejemplos que contradigan toda lógica y haya quienes aún estén mirando al tren pasar.