Cuando todavía Media Luna era más papeleo que jugo de guayaba, las señales de alerta vaticinaban ya que ser empresario en Cuba no sería fácil. Más fácil les fue arrancar el marabú de las tierras que hacía 20 años no se sembraban, aun cuando la importación de tecnología tampoco les permitió el arranque previsto.
Pasaron más de tres años para que la iniciativa se tradujera en equipamientos que les permitieran la producción de jugos, néctares y mermeladas, al ritmo que habían diseñado. Pero antes de que así fuera sucedieron tantas cosas que hasta un tornado local les derrumbó lo que habían construido.
En Media Luna todo parecía ir a media máquina. Ni el mismísimo Fernando Javier Albán Torres, entonces líder del proyecto y director de su minindustria, debió haber imaginado que en 2021 sería “cuarto creciente” y que con el cambio de estatus a Mipymes el crecimiento sería más seguro, estable.
Sin embargo, no parecía que fuera ese el camino para los proyectos de desarrollo local que se gestaban en el país, y un informe de la Plataforma Articulada para el Desarrollo Integral Territorial (PADIT) lo dejaba entrever en enero de 2019; antes de que la pandemia hiciera del 2020 y del 2021 años más críticos, muy probablemente.
“Los fondos planificados desde el año 2010 hasta el 2018 se han utilizado al 30 por ciento”, cuantificaba la PADIT. Tal estado crítico en la ruta de avance modificaba, sin dudas, la ejecución de unos 300 proyectos en 14 provincias y alrededor de 80 municipios, que era el mapeo para las Iniciativas Municipal de Desarrollo Local (IMDL) que se implementaban en Cuba en ese período.
Obviamente Media Luna fue una de las excepciones. ¿Cómo? Haciéndole honor a su nombre: iniciativas. O dicho en términos actuales: emprendimiento. Mientras la tecnología italiana se ponía a punta, debieron (y quisieron) hacer otra cosa. Comenzaron a exportar marabú y frutabomba sulfitada, productos que no estaban en los planes.
Ya en mayo del año pasado informaban que durante ese primer trimestre la frutambomba sulfitada y el carbón vegetal, comercializados mediante Cítricos Caribe y la Agroindustrial Victoria de Girón, de Matanzas, respectivamente, le reportaban al país más de 300 mil dólares.
En sus planes tampoco estuvo hacer cortes de ajiaco (paquetes de viandas peladas, listas para cocinarse) ni mango en tajadas y encurtidos, pero “era necesario mantener la planta y evitar su deterioro, además de capitalizar la inversión inicial”, confesaría al diario de Ciego de Ávila.
Darle valor agregado a los productos sacados del campo y llevarlos al mercado los fue posicionando, reconociendo. Y cuando la planta procesadora de néctares y jugos− sus productos estrellas− hizo lo suyo terminaron ingresándole a la economía del país dos millones 400 000.00 dólares. Así cerraban el 2020; por encima de sus planes.
Los pagos online desde el exterior, las ventas en frontera (Mariel)…les fueron ensanchando una economía que, en paralelo, crecía a través de CIMEX, la cadena que comenzó a ofertar sus productos en el extinto CUC. Asimismo, abrieron puntos de venta en moneda nacional, con precios muy inferiores al mercado informal y estatal que predomina hoy.
Por ejemplo, un jugo de Media Luna cuesta menos de 25.00 pesos; una “ganga” si se compara con las cajas de La Estancia o las latas de Ciego Montero…por no hablar de en qué moneda se expenden unos y otros y cómo la conversión lo encarece todo, aún más.
No obstante, a Media Luna lo que se le encarecía eran los servicios, los contratos…Sin un vínculo directo o el código REEUP (que es el que nominaliza a las empresas, unidades e entidades estatales cubanas) experimentaban un sesgo. No estaban en igualdad de condiciones y esa disparidad hacía que, por ejemplo, ITH (la importadora del Turismo) pudiera adquirir jugos fuera de Cuba o de otra empresa con ese código y, sin embargo, no pudiera comprárselos a Media Luna.
“Era absurdo que nosotros no llegáramos a la Cayería Norte”, dice ahora Albán enumerando las posibilidades que tiene como mediana empresa.
Hoy, olvidándose ya de terceros o empresas “apadrinadoras” Media Luna suelta las amarras de los IMDL. No obstante, hay una que se le revierte en bonanza. Albán confiesa que provenir de un proyecto de ese tipo le permite, por Ley, continuar tributando bajo el régimen anterior.
“No lo hacemos por el 35 por ciento de impuesto sobre las utilidades, sino que aportamos al gobierno local alrededor de un 20 por ciento. Eso va a una cuenta diferente, es otro uso; y lo mejor es que se emplea para fomentar otros proyectos. Es un fondo de inversión”.
En lo que va de 2021 ya Media Luna había aportado a ese fondo en moneda dura más de 100 mil con capacidad líquida CL y otros 2 millones de pesos para el gobierno local. El impacto, además, podría medirse con un dato que en julio de este año reflejara la prensa local.
La provincia avileña pasó de tener 8 proyectos de desarrollo local en 2019, a tener 60 en el 2021. La cifra creció exponencialmente en dos años y un informe de esa instancia gubernamental revelaba un dato no menos interesante: “de los 60 proyectos, 22 tienen potencialidades para aportar al incremento de los ingresos por exportaciones, realizar ventas en divisas a entidades radicadas en la Zona Especial de Desarrollo Mariel (ZEDM), a las tiendas en MLC, al turismo y sustituir importaciones”.
De esa manera se encadenan los proyectos que, en breve, si no lo han sido, serán Mipymes. Y estas, a su vez, podrían continuar fomentando los futuros proyectos. En esa nueva fase, en calidad de “luna llena” está hoy Media Luna, arrojando más luces al desarrollo del país.