No se trata de un nuevo tomo de las aventuras de Harry Potter, aunque la trama que se teje desde la burocracia del Ministerio de Economía y Planificación (MEP) parece salida de la imaginación de la escritora británica J. K. Rowling y no de funcionarios prestos a facilitar la creación de las necesarias pequeñas y medianas empresas privadas en Cuba.
Cuando llegaron las primeras informaciones a nuestra redacción sobre una supuesta prohibición del MEP de aprobar los proyectos con nombres en idioma inglés, supusimos que se trataba de un error, pues entre las primeras aprobadas en el país tuvo repercusión mediática una llamada Pyxel Solutions. Lamentablemente, era noticia cierta.
Tras leer algunas denuncias en redes sociales, comprobamos que en los últimos listados de actores económicos aprobados figuran todo tipo de nombres y siglas, pero ninguno en inglés.
Entre los que sufrieron la prohibición en las últimas semanas está Idriel Rodríguez Monteagudo, un emprendedor que soñaba con que su negocio de mantenimiento y defectación de automóviles se identificara a los lejos por un cartel que dijera: Masterbright.
Su establecimiento —muy popular en el centro del país por prestar servicios de limpieza y reparación de carros—, está ubicado a 100 metros de la carretera central en el municipio Cabaiguán, provincia de Sancti Spíritus. Ahora solo podrá llamarse MB.
“La idea del nombre me surgió porque yo viví diez años en Islas Caimán, incluso uno de los socios de la empresa es un caimanés con residencia permanente legal en Cuba y allá tenemos excelentes relaciones comerciales. Por eso quise combinar master, un vocablo que en español denota un nivel superior, y bright, que significa brillante en inglés. Nos parecía ideal y pensamos que no tendríamos problemas porque sobran los ejemplos de empresas estatales o privadas con nombres compuestos de ese tipo o solamente en inglés. Sin embargo, y pese a tener certifico de solicitud de marca, nos denegaron esa posibilidad”.
Luego encontramos a Julio Smith, un licenciado en Economía que además de llevar su negocio por cuenta propia ofrece consultoría y servicios de contabilidad a varias MIPYMES en la capital, y chocó recientemente con el nuevo muro idiomático.
–Hacer una mipyme en Cuba, ¿fácil o difícil?
“Dos de los proyectos de mis clientes resultaron rechazados por sus nombres en inglés, incluso cuando uno de ellos ya tenía la marca registrada. Al reclamar —pues no encontramos impedimento jurídico vigente—, nos explicaron que se trataba de una directiva interna amparada en el artículo de la Constitución de la República que declara al Español como idioma oficial”, nos contó.
Como ellos, otros socios han presentado justos reclamos, pues varios emprendimientos ya funcionaban con esos nombres antes de comenzar la conversión en MIPYMES, incluso, algunos habían sufrido este tipo de objeciones en otros ministerios.
Después de preguntarle a varios dueños de negocios sobre este tema, algunos prefirieron el anonimato por temor a represalias institucionales, dos de ellos nos confirmaron que sus procesos para convertirse en mipymes fueron detenidos hasta que no cambiaran los títulos de sus negocios.
“La historia nos repite como comedia lo que una vez fue tragedia”, nos comentó el Doctor en Ciencias Económicas Juan Triana Cordoví sobre esta nueva traba que recuerda errores del pasado, cuando su afición por la música de The Beatles era casi un delito.
Él considera que tomar como excusa la Constitución no tiene sentido, porque “el sistema legal cubano está ordenado de mayor a menor por la Constitución, las Leyes, los Decretos Leyes y los Decretos. Las llamadas ‘indicaciones’ no forman parte de ese sistema. Por lo tanto, si el entramado legal permite poner nombres en cualquier idioma a personas naturales (Yakelín, Leidy, Brayan, Johana) o empresas y lugares emblemáticos como Havana Club o Sloppy Joe , ninguna disposición interna de organizaciones o ministerios puede negar ese derecho”.
En un país en el que buena parte de la programación de la televisión pública es en inglés, y que siempre ha mantenido la puerta abierta para los vínculos con las naciones angloparlantes, incluyendo Estados Unidos, donde viven más de un millón y medio de cubanos, parece un contrasentido prohibir a los emprendedores ponerle nombres en inglés a sus negocios.
En este sentido, especialistas jurídicos ven una violación de lo que en derecho se conoce como trato nacional, un principio general que consigna que no se puede tratar de forma diferente a personas jurídicas nacionales y extranjeras. Por lo tanto, permitir que empresas mixtas o extranjeras se registren con nombres en otros idiomas y las privadas cubanas no, constituye una violación de una norma de la Organización Mundial de Comercio.
“Por otra parte, si pretendemos que estas MIPYMES se enfoquen a la exportación, tenemos que entender que los nombres en inglés son más vendibles en el mercado internacional. Confieso que me gustaría que todas tuvieran calificativos en español, pero no es posible si se pretende competir en el exterior”, agregó el también Profesor Titular del Centro de Estudios de la Economía Cubana de la Universidad de La Habana.
Siguiendo esa línea de análisis, la licenciada en Lengua Inglesa y académica de la Universidad de Camagüey, Sayling Ley Valdés, considera que “se estaría perdiendo la utilidad del idioma para comunicar las intenciones y servicios del emprendimiento desde el nombre propio. Muchas de estas empresas necesitan atraer turistas y el inglés es una lengua universal. Incluso, si nos fijamos en el entorno comercial mundial, el uso de anglicismos como Car, Bar, Tours, Films, Brothers o Cell, está totalmente generalizado”.
Precisamente por ello, algunos CEOs han decidido seguir adelante con el registro de sus marcas y productos en la Oficina Cubana de Propiedad Industrial en el idioma de Shakespeare, aunque por obligación tengan que cambiar el título de la empresa a la lengua de Cervantes ante el MEP. Aunque el truco parece viable por el momento, la Máster en Ciencias Alina Escobar Domínguez, Profesora Auxiliar de Derecho de Propiedad Industrial de la Facultad de Derecho de la Universidad de La Habana, recomienda “exigir lo que está estipulado, pues desde el punto de vista de la propiedad industrial no existe argumento legal que prohíba el registro de marcas o nombres por proceder de determinado idioma.
“Un principio del derecho mercantil da la libertad a los socios de elegir la denominación de su negocio. La OCPI, en la cual trabajé durante más de 15 años, admite denominaciones en cualquier idioma siempre y cuando cumplan los requisitos establecidos en el Decreto Ley 203 sobre marcas y otros signos distintivos que está vigente en Cuba y que contiene prohibiciones si el nombre va contra determinados principios, la moral o el orden público. En el Decreto Ley 46, que regula la creación de las MIPYMES, tampoco encontramos artículos que impidan la denominación en inglés. Estamos en presencia de la vulneración de una libertad de derechos. Las regulaciones cubanas obedecen a tratados internacionales de la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual y acuerdos de la Organización Mundial de Comercio y este tipo de intentos normativos nos alejaría de las buenas prácticas internacionales”, concluyó.
Según los expertos consultados, el único problema idiomático que se puede presentar en estos casos es que se presente documentación en otros idiomas, ante lo cual los funcionarios de los ministerios e instituciones siempre solicitan traducciones acuñadas. Ante esta contravención sin fundamento legal, todos los expertos académicos sugieren a las autoridades que la ejecutan que la levanten en pos del normal nacimiento y desarrollo de las MIPYMES cubanas. En el complejo panorama económico que vive nuestro país, que ha demandado aperturas y aceleración de procesos para potenciar los cambios que necesitamos como sociedad, no hay lugar para este tipo de medidas discriminatorias. Sería además un acto de coherencia hacerlo ya que el Ministro de Economía ha dicho públicamente más de una vez que el objetivo de esta política es poner en igualdad de condiciones a empresas estatales (incluyendo a aquellas que ya llevan nombres en inglés) y al emergente negocio privado.
Ojalá pronto la misteriosa indicación del MEP que ha dado pie a decenas de disgustos y a estas líneas desaparezca por arte de magia, como mismo llegó, y se convierta en un recuerdo de mal gusto.